lunes, 16 de febrero de 2009

Más que eso.



Tuve que parar.

Caminando con los ojos en los cielos y mis pies en la tierra. Sentía los granos de arena rozar contra mis pies, los sentía metiendose entre mis dedos.
La brisa atrevazaba mi pelo y lo desacomodaba y esa misma brisa cantaba en mi oídos.
No le podía explicar la clase de libertad que sentía en ese preciso momento.
En ese preciso momento en que mis pies decidieron hundirse en los fondos de las aguas saladas que trataban con fuerza llegar hasta el fin de la playa.
No había nada mas, y no necesitaba nada más.
El olor de la sal llenaba todos mis gustos, ese aire salino y puro llenaba mis pulmones.
El sol me dejaba ciega a ratos reflejándose vanidosamente entre las olas.
Y esas olas chocaban contra mi espalda con enorme fuerza y determinación.
No le podía explicar la clase de paz que sentía en ese preciso momento.

Por que tuve que parar.
Él ni estaba ahí, y ya yo me había ido hace años.

1 comentario:

Palas dijo...

uuuhhh...

muy bueno señorita, como siempre...

Un abrazo jeje...

que rico el olor a mar... los pies mojados...